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Kadaj
Soy un "escritor" que pretende especializarse en todo lo que tiene que ver con los sentimientos, las reacciones, las variadas formas de razonar y en general todo lo que sea psicología en sí. Darle un porqué a lo que muchos no prestamos atención y poder usar aquello como entretenimiento general.
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Kadaj &Tamarakatsuki. Con la tecnología de Blogger.

NII-SAN Capítulo XII "Sumido en una pesadilla"




Flash Back:

Riku se encerró en su habitación y comenzó a tirar todo lo que se encontraba en su camino. Golpeó el mueble en donde se encontraban sus fotos familiares y se tiró al piso sin poder dejar de llorar.

Hace minutos había recibido la noticia. Kadaj llevaba dos meses en coma y los médicos querían deshacerse de él.

Fin del Flash Back.



Lucrecia se encontraba en la sala donde reposaba su hijo, el que aun se ahogaba en su propio sueño.
De repente se escuchó como si varias cosas se cayeran y varios gritos femeninos entre medio del barullo. Sephiroth entró furioso a la habitación empujando a la mujer para abrirse paso hacia su hermano.

-Aun vive…- le dijo Lucrecia- pero no le queda mucho… por mi parte, vine a despedirme…

-¿Quieres morir?- le preguntó Sephiroth mirándola por sobre su hombro- Porque te aseguro que te mataré si algo le pasa.

-Físicamente se encuentra bien…- dijo Lucrecia ignorando sus amenazas- Su problema es psicológico…

-Lo sé…

-Sephiroth… Kadaj no despierta porque no quiere despertar… ¡Es un desperdicio tenerlo aquí sufriendo!… ¡Él ya no quiere vivir…!

-Puede que tengas razón- dijo mirando a su hermano menor- pero la verdad es que soy muy egoísta… y no me interesa en lo más mínimo cuantos deseos tenga de morir… Yo lo quiero vivo.

Sephiroth apoyó sus manos, lentamente, sobre los hombros de Kadaj.

-Quiero que viva…

Comenzó a zamarrearlo violentamente, hundiéndolo en la mullida cama. 

-¡¡Sephiroth!! Por Dios…- Lucrecia salió de la habitación para alertar a Rufus.

El cetra parecía poseído, quería que el menor despertara a toda costa y no dejaba de zamarrearlo, cada vez más fuerte.

-Despierta… despierta…- repetía Sephiroth.

El esfigmómetro comenzó a descontrolarse, emitiendo pitidos cada vez más acelerados.

De repente Sephiroth hunde a su hermanito en la cama y lo besa.

Mientras el mayor se distraía disfrutando de los labios de Kadaj, este movió un poco su mano. Sephiroth dejó su boca pero permaneció aprisionándolo en la cama.

-… Kadaj…- lo llamó.

El menor seguía con sus ojos cerrados pero movió la cabeza lentamente de un lado a otro.

-…Me asfixias… - dijo en un tono muy bajo.

Sephiroth se alejó para dejarlo respirar. Y débilmente Kadaj consiguió abrir sus extraños ojos verdes azulados, agudizando su mirada en los ojos grises de su hermano.

-… ¿Esto es… el infierno?... – preguntó inocentemente.

-Hm- sonrió Sephiroth- algo parecido, Kadaj- le dijo acercándose- … es lo intermedio…- acarició su rostro- Estás vivo…

-¿Doshite? (¿Por qué?)…

-¿Por qué? Porque aun te necesitamos aquí… - lo besó tiernamente en los labios.

Kadaj le respondió el beso introduciendo su lengua, pero incontrolablemente comenzó a llorar. El mayor se detuvo preocupado.

-No… no te detengas- le rogó el menor entre lágrimas.

-¿Qué ocurre?- le preguntó besando una de las lagrimas que rodaba por su mejilla.

-Te amo… perdóname…

-Hmm… no te entiendo… pero, no te preocupes, todo está bien- lo abrazó.

Lucrecia entró con Rufus encontrando a los dos hermanos abrazados.

-¡¿Cómo fue que—preguntó Lucrecia.

-¿Y después dicen que la violencia no resuelve nada?- dijo fríamente Sephiroth.

Kadaj sollozaba sin parar sobre el hombro de su hermano. Más allá de la satisfacción que sintió al momento de deshacerse de todo su sufrimiento, sin él se sentía vacío. Sin las personas que lo lastimaban, él no era nadie.

-Quiero irme a casa contigo… - pidió conteniendo sus espasmos,  susurrando al oído de Sephiroth. 

-De acuerdo… vamos – accedió tomándolo en brazos, absteniéndose a sólo mirarlo con cariño para disimular sus perversos deseos de violarlo al ver sus ojos brillantes abiertos después de tanto tiempo.

Las lágrimas del menor disminuyen al sentirse protegido en los brazos de su hermano mayor. Sólo se dedicaba a tranquilizarse ahora; abrazándose a su pecho y escuchando los latidos de su corazón, sólo deseaba estar con las personas que en un momento pensó abandonar.

-Espera- lo detuvo Lucrecia – Kadaj quiso quitarse la vida, es un trastorno psicológico que debe ser tratado – explicó lo más profesionalmente posible.

El menor se aferró con más fuerza a su hermano ante la posibilidad de que se marchara sin él.

-Kadaj está bien… no pienso dejarlo aquí ni un día más- contestó Sephiroth sin mirarla, de manera fría y decisiva, haciendo que Kadaj se tranquilizara. Su hermano debía de ser la persona más terca del mundo, y por esta vez, estaba agradecido, no iba a ser sencillo convencerlo.

Sin embargo Lucrecia, era muy detallista, por lo tanto siempre sabía exactamente donde atacar para hacer que la gente hiciera lo que ella deseaba.

-Esto no es por lo que tu elijas Sephiroth… -dijo consiguiendo que volteara a mirarle- la salud de Kadaj está en juego. ¿Acaso deseas que vuelva a hacer lo mismo? – Sephiroth bajó la mirada vacilante; Lucrecia lo había conseguido.

-¡Shigo! (¡No!) – Gritó Kadaj aferrándose con fuerza a la ropa de su hermano; mirándolo con los ojos brillosos,  rogándole con la mirada – ¡No lo volveré a hacer! ¡Lo juro! –prometió desesperadamente.

Sephiroth volvió a vacilar, estaba demasiado indeciso.

     - … ¿Es muy necesario? - preguntó por última vez.

     - Si…- asintió la mujer,  satisfecha con su triunfo.

     Kadaj empezó a agitarse a medida que su hermano lo bajaba de sus brazos. La desesperación lo hacía rogar y hacer que sus lágrimas vuelvan a aparecer.

     - Hagan que pasen… - se logra escuchar que dice Rufus en voz baja, y luego se acerca a Kadaj, acariciando su mejilla para calmarlo – Es por tu bien Kadaj… Sólo queremos que te mejores.

     -Too-san (padre)… - dijo Kadaj separándose de Sephiroth para abrazar a Rufus. Desde hace bastante ya, el presidente Shinra era como su padre, y no pudo evitar llamarlo así en ese momento. 

     Rufus podía notar como Kadaj se contenía para no usar toda su fuerza, sabía que si se descontrolaba no le sería muy difícil matarlo. Sin embargo, estaba consiente del gran grado de autocontrol que tenía Kadaj con él, entonces, decidió aplicar una técnica más efectiva.

-De acuerdo… no te llevaremos a ningún lado, Kadaj… - dijo serio y convencido – tan sólo tranquilízate… - le pidió sentándolo sobre la cama.

Kadaj aun agitado intentaba calmar su respiración, ya que empezaba a marearse. Rufus puso su mano sobre la frente de Kadaj y acarició su mano para darle más confianza,  mientras le hacía una seña a Lucrecia.

El albino lo miro con los ojos llenos de miedo, ya no sabía si podía confiar en él, y apartó su mano de la de Rufus.

-Tranquilo,  Kadaj… Le pedí que te trajera algo de agua, te veo muy pálido – le dijo el rubio al notar su desaprobación, y le acarició el rostro.

Lucrecia volvió con el vaso de agua y se lo extendió al presidente, quien lo puso delante de Kadaj.
El albino con clara desconfianza sólo se dedicó a mirarlo detenidamente, buscando indicios de alguna droga.

-Calma… no tiene nada, sólo es agua – dijo Rufus y le dio un pequeño sorbo – Confía… - le pidió extendiéndoselo.

Kadaj, tomó el vaso sin pensarlo, realmente tenía sed. Y estaba seguro de que no había razón para desconfiar de su “padre”. Bebió todo el contenido, suspirando al acabar. 

-Sephiroth, te recomiendo que te retires… - pidió el presidente mientras tomaba una pastilla; inmediatamente los dos albinos se percataron de que era para contrarrestar el efecto de la droga en el vaso de agua.

-Too-san… - dijo con la voz quebrada el menor notando el engaño - ¿Doushite? (¿Por qué?)

-Porque no pienso arriesgarme a perderte otra vez – contestó muy seguro mientras Sephiroth asintió retirándose.

-¡Nii-san! – gritó Kadaj pidiendo ayuda, pero él no se detuvo.

Varios hombres vestidos de blanco entraron seguidamente, tomando a Kadaj por los brazos violentamente.

-¡Hey! ¡Sean cuidadosos con él! – se quejó Rufus al ver como trataban a “su hijo”

El albino, sintiéndose acorralado se zafa brutalmente de su agarra y sube a la cama, mirando al presidente confundido, como pidiéndole una explicación.

-Tranquilo Kadaj, ellos son médicos, quieren ayudarte- le dijo con la voz calma intentando acercarse de forma precavida. Sabía que Kadaj tenía una gran capacidad para controlarse ante situaciones difíciles, pero temía que el haberlo engañado lo haya puesto algo violento.

-¡No te me acerques! – le ordenó a su padre sin atreverse a levantarle la mano, se sentía muy decepcionado y enojado, pero no se iba a permitir hacerle daño a la persona que lo sostuvo en brazos al nacer - ¡¿qué clase de médicos son estos?! – preguntó bajándose de la cama para hacerles frente.

- Son… - no podía completar la frase, sabía que la palabra haría que Kadaj pasara de la defensa al ataque.

- Son psiquiatras – dijo Lucrecia muy confiada mirando a su hijo muy seria.

-¡¿Psiquiatras?!... ¡No iré con ellos!

- Nadie te preguntó si querías ir… es el protocolo, lo hacemos porque es lo más seguro para tu salud – le contestó de manera fría la mujer, mientras Rufus la miraba por sobre su hombro con cierto descontento – Si te rehúsas tendrán que llevarte por la fuerza, así que, por favor Kadaj,  hazle el favor a tu madre de ir por tu propia voluntad.

-Tu no eres mi madre- dijo Kadaj mirándola con odio. Lucrecia suspiró de mala gana y les hizo una seña con la mano a los psiquiatras.

Inmediatamente,  todos se lanzaron contra el albino nuevamente, pero esta vez él reaccionó diferente. Comenzó a golpearlos haciendo que vayan cayendo uno por uno, después de todo, era un SOLDADO de nivel superior,  no se iba a dejar atrapar sin dar pelea.

Los psiquiatras cambian de táctica e intentan atarlo, lo que pone aún mas violento al cetra, quien comienza a arremeter con más fuerza de la necesaria, haciendo que varios caigan desangrándose.

-¿Cuándo le hará efecto el tranquilizante? – preguntó nervioso Rufus mordiendo su dedo pulgar.

-Supongo que no debe de faltar mucho…-dijo muy tranquila anotando en su planilla – al no ser humano es normal que tarde más.

-Si seguimos así van caer varios médicos muertos – dijo aún más nervioso, significaba un gran problema que haya asesinatos dentro de Midgar y más aún dentro de Shinra – Hey… - llama a sus guardaespaldas sin mirarlos- hagan valer el salario que les pago.

Los cuatro entraron a detener los brazos de Kadaj para que los psiquiatras puedan operar. Sin embargo, era más fácil decirlo que hacerlo.

-¡Suéltenme!... se los advierto… si no me sueltan los mataré – amenazó desesperado por su libertad.

Nadie le presto atención, pero cuando uno de los médicos se le acercó con una camisa de fuerza, reaccionó. Zafó su brazo del agarre del líder de los Turkos (guarda espaldas de Rufus), Tseng, y tomó con furia la cabeza del psiquiatra comenzando a  presionarla con tal fuerza que se consiguió escuchar el ruido de su mandíbula dislocándose.

-¡Kadaj! – gritó Rufus desesperado y se acercó bruscamente intentando hacer que le suelte.

De repente, la mano de Kadaj cayó con delicadeza, dejando libre al adolorido psiquiatra. El presidente lo miró extrañado, le parecía increíble que le haya obedecido en ese estado de furia.

-Too-san… no me lleve a ese lugar – dijo con dificultad, cayendo adormecido sobre su pecho. Rufus lo detuvo y lo alzo en brazos.

-Bien… parece que ya le hizo efecto – dijo Lucrecia cerrando su planilla con tranquilidad – me encargaré de tratar a este hombre, usted traslade a Kadaj.

Rufus asintió y salió de la habitación seguido de sus guardaespaldas. Kadaj, inmóvil pero consiente, usaba sus pocas fuerzas para quejarse y rogar, pero la forma en que quería gritarle y tirar de su ropa, se ejecutaba en suaves susurros y caricias. 

El presidente, se negaba a escucharlo, le interesaba mucho más la seguridad de su cetra que sus incesables caprichos. Lo recostó en la limosina y apoyó la cabeza de Kadaj en su regazo.

-Conduce… - le indicó a Tseng que iba al volante justo al lado de su compañera turka Elena.

-Shigo… - dijo con la voz rasposa el albino, mirándolo con los ojos entrecerrados por el cansancio.

Rufus lo miró con lastima y acarició su cabello con suavidad.

-Es por tu bien- le dijo acercándose para besar su frente. Intentaba calmarlo, pero le era imposible sacar el miedo que florecía en sus ojos.

Kadaj era llevado a un nuevo mundo de pesadillas, donde le harían sufrir el peor de sus miedos, el encierro. El terror que le ocasionaba pensar en aquel lugar cerrado, sin ventanas y con paredes blancas acolchonadas, hacia que su adrenalina aumentara con intensidad, impidiendo que la droga que había bebido, hiciera efecto por completo. La claustrofobia no le permitía quedarse dormido.

No podía moverse, pero sentía que todo a su alrededor se movía muy rápido, como si los minutos fueran segundos. Ya no tenía fuerzas para hablar y mucho menos para quejarse, sólo podía escuchar el ruido silencioso del motor y un murmullo insoportable que parecía venir de la ambulancia de atrás. No conseguía entender ni una palabra, lo que lo hacia molestarse más.

Pronto el automóvil se detuvo y unos hombres de blanco abrieron la puerta, tomándolo bruscamente de los brazos. Pudo escuchar como Rufus se quejó ante el hecho, pero no consiguió entender lo que les dijo, ya que le parecía que hablaba demasiado rápido.

Sus nervios aumentaron al sentir como le colocaban la dichosa camisa de fuerza, y podía sentir sobre las voces que murmullaban sin cesar, sus propios latidos descontrolados, que sonaban con la fuerza de un gran tambor.

Lo llevan a rastras por un pasillo interminable, donde sólo podía ver al frente, para no ver a los ojos a todas esas personas que lo miraban llegar, balbuceando cosas sin sentido alguno. Tomándose por la cabeza,  llorando, gritando. Todos lo veían de formas diferentes, pero en si mismas, aterradoras.

Finalmente lo empujaron dentro de su cuarto y cerraron la puerta detrás de él. En ese momento, comenzó su metamorfosis. Algo diferente, que lo cambiaría de por vida,  traumáticamente o no. Lo difícil, era enfrentar cuanto le aterraba la idea.

 Sintió de repente caer al vacío, ya que la droga perdía efecto, y al chocar contra una superficie inexistente se movió bruscamente provocando ser detenido por la camisa de fuerza. 

Comenzó a desesperarse por quitársela, pero parecía que mientras más forcejeaba,  más se ajustaba, haciendo que la falta de aire lo corrompiera. Intentó calmarse recostándose boca arriba y respirando profundamente, pero al ver el techo, le dio la sensación de que el cuarto se hacia cada vez mas pequeño, obligándolo a huir a un rincón.

Se acurrucó intentando cubrir el hueco que sentía en su pecho y que lo hacía temblar de forma desquiciada, buscando una salida con la vista.

- Sáquenme de aquí…- repetía de forma entrecortada sin poder moverse.

  

Cuatro cámaras de video, enfocaban la escena  desde las esquinas de la habitación.

-¿Estará bien?- preguntó Rufus mirando una de las pantallas de la sala de monitoreo.

-Por supuesto…- respondió uno de los psiquiatras girando su silla para ver al presidente con una exagerada sonrisa- Como dueño del establecimiento y profesional doctorado, le aseguro que su “cetra” saldrá en perfectas condiciones, porque está en buenas manos – volvió a girar la silla fijando la vista en la imagen de Kadaj – Será interesante estudiar el comportamiento de un cetra.

-Si quieres que te pague, más te vale no traumarlo mas de lo que está- dijo Rufus levantándose de su lugar para dirigirse hacia la puerta.

-¿Eso fue una amenaza, Señor Shinra?- preguntó el psiquiatra mirándolo cínicamente con su sonrisa imborrable.

-… Hm… más bien fue una advertencia- exclamó con una sonrisa-… Una amenaza sería decirte: “si le pasa algo a Kadaj eres hombre muerto”- se voltea para verlo- ¿no lo crees?

-¿Kadaj, eh?- su sonrisa se hizo más amplia y río mirando hacia el piso- es un lindo nombre… aunque nunca imaginé que tuviera uno… Mucho menos que el presidente Shinra llamara a un SOLDADO por su nombre, ¿es que le tiene afecto?- dijo mirándolo de forma hostil.

-Eso no es de su incumbencia – respondió el presidente de forma rápida y segura, hasta incluso con un suave tono de enojo en su voz.

-Oh, ya veo… esa es la primera respuesta que se le ocurre a una persona cuando no quiere decir la verdad,  pero tampoco quiere mentir- la expresión de Rufus se endureció al escuchar estás palabras- Usted es muy fiel a su corazón, Señor Shinra, o es muy tonto al pensar que nada ni nadie podrá tocarlo.

-¡¿Cómo se atreve…?! 

-Señor Shinra… - lo interrumpe el psiquiatra- ¿Cuánto cree que puede hundirlo la prensa si se entera que tiene un afecto especial con su “soldado”?

Rufus permaneció en silencio; era algo que se había pasado por alto. Siempre había considerado a Kadaj algo más especial que un simple soldado, pero nunca se imaginó que eso podría ocasionarle problema alguno. La prensa inventaba historias todo el tiempo, ¿qué podrían inventar sobre su relación con Kadaj?

-No tiene pruebas de algo semejante…- dijo en su defensa.

El psiquiatra rió a carcajadas sosteniéndose el estómago.

-Por favor, señor Shinra… ¿Alguna vez ha pagado la más costosa atención médica por un soldado, o lo ha traído en persona?

Rufus rechinó los dientes, parecía que aquel hombre lo tenía todo planeado.

-¿Qué es lo que quieres?- preguntó resignado sabiendo que no tenía otra opción.

- El doble de lo que me ofreció, en mi mano, ahora. Nunca he trabajado con un cetra y no puedo arriesgarme a fallar y que no me pague- dijo poniendo la mano abierta frente al presidente.

Rufus suspiro odiado y sacó su chequera, le agregó unos ceros más a la suma acordada, lo firmó y se lo entregó al psiquiatra.

-Gracias por su “donación”- le dijo sonriendo felizmente. 



Rufus salió de la habitación dando un portazo y Tseng tras él, sosteniendo su abrigo. Mientras caminaba sacó de uno de sus bolsillos una caja de cigarrillos y prendió uno, tomando su abrigo bruscamente de las manos del Turko.

-Recuérdame… - le dijo a Tseng en un tonó de ira – que cuando Kadaj salga de este lugar, ese “psiquiatra psicópata”, morirá.

-Si, señor…

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