About Me

Mi foto
Kadaj
Soy un "escritor" que pretende especializarse en todo lo que tiene que ver con los sentimientos, las reacciones, las variadas formas de razonar y en general todo lo que sea psicología en sí. Darle un porqué a lo que muchos no prestamos atención y poder usar aquello como entretenimiento general.
Ver todo mi perfil

Seguidores

Kadaj &Tamarakatsuki. Con la tecnología de Blogger.

NII-SAN Capítulo XV "Voluntad"

     



    Kadaj fue arrojado contra una de las paredes acolchonadas de su habitación para luego caer pesadamente en el piso. Las sesiones de electroshock lo dejaban indefenso por varias horas; aquellas dolorosas corrientes eléctricas en su cabeza lo aturdían de tal forma, que luego se hallaba sin fuerzas para defenderse de los abusos que le seguían.
     
    Con las manos temblorosas por el dolor que aún padecía se acurrucó en el piso acolchonado esperando la llegada de los psiquiatras. Ya no soportaba más aquel lugar, pero mientras más se rebelaba contra ellos, más torturas le proporcionaban. El sólo pensar en verse atado a esa camilla de nuevo, ahogando sus gritos en aquel objeto plástico que ponían en su boca, pero que a veces decían olvidar para escuchar con perfección su gemido agónico al sentir entrar la corriente en su cabeza, le hacía despertar su llanto.

    Sintió de repente las atrevidas manos de un hombre sobre su cuerpo, tocando sus partes más íntimas. Era James Hamilton, el perverso psiquiatra que lo visitaba después de las sesiones de electroshock. Aprovechaba para manosearlo y masturbarse ante los ojos perdidos del menor, sin atreverse a llegar a más por el castigo que recibiría si el director lo viera por las cámaras de la habitación. “No hay que ensuciar la prueba”, decía, aunque al albino le costaba encontrarle sentido a esa frase.
    - ¿Cómo estás gatito? – le susurró al oído con una voz  perversa mientras lamía su oreja y lo tomaba por la cintura para sentarlo sobre él - ¿Te duele mucho?

    - …Por favor… Ya no más… no quiero volver a sentir ese dolor… - rogaba el menor con la voz débil derramando varias lágrimas, que, en algún punto, conmovieron a su abusador.

    - Ya… no llores – limpiaba sus lágrimas con el dedo pulgar mientras lo recostaba entre sus brazos – Ya te dije que si te portas bien, no te volveremos a lastimar… ¿Prometes portarte bien?
    El menor asintió sin pensarlo; el miedo lo pudo más en ese momento.

    - Bien… Sólo tendrás que hacer todo lo que se te diga, ¿de acuerdo?

    Volvió a asentir dejando que las manos de Hamilton recorrieran su rostro hasta posicionarse sobre sus labios, los que delicadamente separó abriendo la boca del menor.

    - Si me muerdes haré que suban el voltaje de la maquina, para triplicar el choque eléctrico, ¿entendiste? – le amenazó logrando sacar el miedo en los ojos del cetra quien más que resignado, se dejó hacer.
    Sintió como la lengua del otro invadía su boca, acariciando la suya de forma desesperada, como queriendo robarle el aliento. Le recordó al último beso que Sephiroth le dio; justo en el momento que despertó del coma. Sin embargo, a diferencia del hombre que ahora lo besaba, su hermano había despertado muchos sentimientos en su corazón ese día; sentimientos que el día de hoy no podía recordar. Ya no sentía nada por él más que odio por haberlo dejado a su suerte en el lugar en el que se encontraba. Por otro lado, se arrepentía de no recordar como se sentían los besos de Riku, sólo sabía que le hicieron feliz alguna vez. Con tanto dolor las cosas más hermosas parecían estar a kilómetros de distancia.

    “- Seguramente te molestaría que este hombre me este tocando… ¿O es que todavía me odias?... Si, seguramente todavía me odias…”




    El director se reía en silencio observando la escena desde su computadora portátil en su oficina.

    - Este Hamilton… el niño ha tenido siete sesiones de electroshock y James va a verlo después de cada una… ¿Tanto le gusta la perra de Shinra? – comentó abiertamente al psiquiatra que allí se encontraba.
    - Creo que en vez de reírse debería corregir la actitud pederasta que tiene el señor James con sus pacientes…

    Al director se le borró la sonrisa ante tales palabras y se quitó las gafas para hablarle a su empleado muy seriamente.

    - Escucha, no me importa de que escuela te hayas graduado ni si tu título es de oro… ¡yo soy el jefe aquí y no pedí que me des ninguna clase de consejo sobre como debo manejar este lugar!
 
    - …Lo siento, señor…

    El único psiquiatra que parecía cuerdo en el establecimiento, tuvo que callar por las palabras de su jefe. Temía quedarse desempleado, pero no podía permitir que siguieran abusando sexualmente del joven albino, debía hacer algo al respecto. Salió de la oficina haciendo una reverencia y se dirigió hacia los pasillos del cuarto que veía el director en su ordenador, cuando, de repente, vio entrar a varias personas por la puerta principal y se les quedó mirando por largo rato.
    El establecimiento, solía recibir gente muy adinerada pero el aspecto de las personas que se encontraban en la recepción era demasiado extraño. Reconoció a la mayoría como guardaespaldas, ya que contaban todos con un traje negro y físicos imponentes. Pero había una persona que le llamaba demasiado la atención, su porte era superior al de los guardaespaldas y sus prendas eran poco formales. Fue entonces, cuando lo reconoció por completo, se trataba de Sephiroth, el famoso soldado que destacaba por su implacable poder en todo Shinra.
    - ¡Señor Shinra, no puede hablar con el director sin una cita! – le gritó la secretaria a la última persona que consiguió ver, vestida con un traje blanco.

    “- ¡Rufus Shinra está aquí!”- pensó he inmediatamente corrió hasta donde se hallaba Hamilton, si lo descubrían así, posiblemente lo condenarían a muerte (y por más que merecido se lo tendría), cerrarían el psiquiátrico dejándolo en la calle.

    Entró a la habitación ruidosamente haciendo que el psiquiatra se separe del albino exaltado.

    - ¡El presidente Shinra está aquí! – dijo sin más al tiempo en que James soltaba a Kadaj dejándolo recostado suavemente sobre el piso acolchonado. No quería producirle ningún otro de daño mientras Rufus se encontrara dentro.

    - Ni una palabra al presidente, gatito… o verás lo que te va a pasar…

    Kadaj estaba muy desorientado como para prestarle demasiada atención, y además no le interesaba en lo más mínimo que Rufus se encontrara allí, aún se sentía traicionado por él.

    - ¿Entendiste? – preguntó James intentando asegurarse de que seguiría con vida.

    - Si…




    - ¡Ese bastardo! ¡Se atrevió a interrumpir! – refunfuñaba el director al ver en su monitor como acababan con su diversión.
     Se levantó furioso, proponiéndose darle una lección a ese aprendiz de psiquiatra que lo sacaba de quicio, pero cuando abrió la puerta de su oficina se encontró con la persona menos esperada.

    - … Presidente Shinra… - sonrió cínicamente como de costumbre al verlo.

    - No vengo a entablar ninguna clase de conversación con usted, así que iré al grano… Sacaré a Kadaj de su psiquiátrico ahora mismo.

    - Hm… me temó que eso no podrá ser… - rió por lo bajo notando la actitud fría que había adoptado el presidente con él – Su “soldado” a estado aquí desde ayer… no cumple el plazo de tiempo suficiente según la ley…
    >...Y aunque sea tan especial para usted como para llamarlo por su nombre y no por su rango, me temo que no es excusa para quebrantar la ley… - se sentó en la silla giratoria y comenzó a mecerse de un lado a otro con una expresión triunfante.


    - Yo soy Rufus Shinra, yo hago las leyes…

    - Usted inventa leyes, de ahí a que se aprueben es otra cosa…

    - No parece estar entendiendo… - se acercó y puso las manos sobre el escritorio del director - ¿Cuántos soldados se necesitan para lograr que se apruebe una ley?

    El director se quedó en silencio examinando sus palabras. Definitivamente se trataba de una amenaza; Rufus Shinra era el hombre más poderoso del país y hasta podría serlo también de todo el mundo. Sus soldados eran la mejor arma del planeta y esto empezaba a preocuparle, no había considerado el riesgo de enfrentarse con el lado que no conocía de Shinra. Así que decidió utilizar su “arma”.

    - Señor Shinra, realmente no quería utilizar esto contra usted… - presionó un botón de su computadora y una grabación comenzó a oírse por los parlantes:

    “- Soy... la perra de Rufus... o al menos así me llaman, yo en realidad tengo sentimientos muy fuertes por él...

    - ¿Lo amas?
    - ... Si... lo amo. He despertado en su cama varias veces... – se hizo un pequeño silencio y luego volvió a resonar la voz de Kadaj en los parlantes - ... él... él... era muy bueno en la cama... le gustaba tocarme… pero más le gustaba ponerlo en mi boca antes de... penetrarme...  ... Le gustaba meterlo en lo más profundo de mi cuerpo... para que... yo le rogara gritando su nombre que se moviera... que me hiciera... el amor con más fuerza, me gusta... que sea bruco conmigo. “
    Rufus se quedó paralizado sin saber que decir. Él sabía que lo de anoche había sido un sueño, él no había tocado a Kadaj… ¿o lo había hecho? No, si lo de anoche hubiera sido verdad estaría muerto en este mismo instante, Sephiroth lo habría asesinado. ¿O acaso eso último lo había soñado?

    El director rió notando la reacción en el presidente y se acomodó en su asiento.

    - Hice varias copias, las cuales están preparadas para enviarse a los medios en cuanto de la orden… Dígame, ¿Cómo explicará que su soldado tenga sentimientos tan fuertes por usted, que tenga un relato tan conciso de sus actos sexuales, que usted lo trate con más privilegios que a los demás y que pague fortunas por su tratamiento?

    -… Hm, parece que esto puede acabar de sólo una manera… - tomó asiento frente al psiquiatra cruzando las piernas, preparándose para hacer lo que mejor sabía.





    Sephiroth deambulaba por los pasillos del psiquiátrico, buscando puerta por puerta a su amado hermanito. Podía sentir como el efecto del alcohol disminuía a cada paso, ya que podía caminar mejor, pero la cabeza aún le daba vueltas y sentía grandes deseos de acostarse con Kadaj en ese instante.

    Un psiquiatra salió tres puertas más adelante y se quedó mirándolo. Demostraba sorpresa, aunque Sephiroth no entendía aquella reacción; para él todos se veían indiferentes. Se acercó dando pasos inseguros y se detuvo a pocos centímetros del cetra. Se quedó en silencio mirándolo directo a los ojos, haciendo que el albino inclinase un poco la cabeza confundido por su aparición.

    - Al final de pasillo, derecha, séptima puerta… – dijo con palabras rápidas, haciendo lo posible para articular lo menos posible y salir de allí.

    El psiquiatra siguió su camino dejando a atrás a un soldado que apenas había entendido el mensaje que le habían dejado, pero como no era unos de sus fuertes el carisma y la socialización, dejo que el doctor se fuera sin siquiera dirigirle la palabra ni preguntar su nombre. Se encaminó entonces hacia la dirección indicada. Caminó sin voltearse hasta terminar el pasillo y así doblar a la derecha, abandonando el silencio que lo perseguía tras adentrarse en el nuevo corredor. Dejó de oír tan sonoramente sus pasos pesados al  andar, sus oídos se llenaban de gritos y plegarias, de frases inentendibles en tonos desquiciados y golpes de puertas. Le parecía estar en una de sus misiones de rutina, el ambiente era similar.

    Se acercó a la primera puerta, espiando por una pequeña ventanilla redonda de plástico y consiguió ver a una persona hincada, inclinándose de adelante hacia atrás repitiendo “ahí viene, ahí viene”. Prosiguió su camino totalmente desinteresado y posó su vista esta vez en la cuarta puerta de la pared opuesta. Esta vez divisó a una mujer desalineada caminando es círculos con una expresión de felicidad; no hablaba ni miraba algo en particular, sólo caminaba. Continuó su camino, ella tampoco le había llamado la atención. Por último revisó la puerta número siete, esta si le había interesado.


    Kadaj se encontraba tumbado de lado con los ojos cerrados, dejando que algunos cabellos rebeldes le acaricien el rostro; traía una camisa de fuerza blanca y un pantalón de tela fina del mismo color. Sephiroth se quedó unos minutos inmóvil, recorriendo con la mirada el cuerpo aparentemente delicado de su hermano, el verlo tan indefenso le hacía desear, pero no quería entrar con esa clase de iniciativa. Después de todo, se había propuesto ganarse la confianza y la sumisión de su hermanito.

    Tanteó la manija de la puerta, y la giró lentamente; estaba abierta; posiblemente aquel psiquiatra la había dejado así. La empujó con delicadeza, intentando darse tiempo para controlar sus impulsos, y pudo ver al dueño de sus deseos… totalmente indefenso preparado como para que él lo tomase. Dio unos pasos adelante haciendo que el suelo acolchonado se hundiese.

    - Te odio… - pronunciaron los labios de Kadaj haciendo que el mayor detuviese su andar – Te odio tanto… - los ojos verdes azulados de Kadaj se posaron de lleno en Sephiroth.

    Sus palabras lo detuvieron, pero sus ojos lo hicieron avanzar; estos poseían el mismo brillo que Kadaj le daba a conocer cuando le repetía que lo amaba. No se lo había dicho muchas veces, por lo que él se había fijado en cada detalle, cada pequeño gesto que realizaba para conservarlo fresco en su memoria. Sus palabras eran viles mentiras que no llegaba a comprender.

    - ¿Por qué me mientes teniendo tantas razones para odiarme?

    Kadaj se quedó mudó ante la pregunta del mayor. ¿Por qué no podía reclamarle que en verdad lo odiaba? O acaso no lo odiaba… Se mordió el labio inferior mientras hacía lo posible para reincorporarse, soportando su peso sobre las manos. Bajó la cabeza descubriendo la verdad en las palabras de mayor… No podía odiarlo y no entendía el porqué. Quería odiarlo, quería sentir deseos de destruir su vida como él lo había hecho con la suya, pero los ojos se le inundaban de lágrimas de tan sólo pensar en hacerle algo así.

    - ¿Por qué? – se preguntó en voz alta incapaz de contener su llanto, derramando gruesas lágrimas sobre el piso- Quiero odiarte… Quiero odiarte por arruinar mi vida… ¡¡por violarme, por despreciarme, por abandonarme aquí!! ¡Quiero odiarte porque no quiero amarte!

    Ahora era Sephiroth quien permanecía callado. Pero él no necesitaba de palabras, no le hacían falta. Se acercó hasta donde se encontraba su hermanito y se hincó para estar a su altura. Lo tomó de la barbilla  y levantó su rostro, viendo con desdicha lo que continuamente provocaba… lágrimas. Apartó con el pulgar de la mano libre las lágrimas de uno de sus ojos y le robó el aire introduciendo su lengua en la cavidad del menor, así acariciando la suya. Quería besarlo, desesperadamente, más allá de sus propios deseos, quería comprender su dolor. Entenderlo, para así poder llegar a ser la persona con la que Kadaj quisiera estar.

    Al terminar se separó de sus labios inmóviles lentamente y lo miró fijamente a los ojos; ya no lloraba, pero no le había respondido el beso.

    - No entiendo como te sientes, pero eso no quiere decir que no quiera saberlo… dímelo- ordenó más que pedírselo. Le molestaba sentirse tan ingenuo ante algo que para todos parecía tan sencillo.

    Los labios del menor temblaron un poco antes de pronunciar palabra alguna, aquel beso le había dejado un leve cosquilleo que lo mantenía entre el amor y el odio.

    - … Estoy confundido… y a la vez angustiado… también enojado… conmigo mismo. Me da miedo que me hagas dudar tanto. Estoy descontento porque hayas venido a verme, ya que no quiero volver a verte jamás, pero a la vez estoy muy feliz de que hayas venido…

    Definitivamente ahora Sephiroth estaba más que confundido ¿cómo podía sentir cosas tan contrarias al mismo tiempo? ¿Todo aquello significaba una sola lágrima?

    - No te preocupes… Yo tampoco lo entiendo – Kadaj pareció leer el rostro de Sephiroth y le dedicó una sonrisa, una que no pudo contener, ya que por más angustia, miedo y enojo, en el fondo se sentía feliz de verlo – Por favor, ya no quiero estar en este lugar… Quiero ir a casa – una nueva lágrima se deslizó por su rostro.

    Sephiroth la retiró con su dedo índice y lo levantó en brazos, cargándolo hasta la puerta.

    -A eso vine…

0 comentarios: